Los problemas relacionados con la ira son motivo frecuente de consulta a los profesionales de la psicología. Es algo que afecta a muchas personas y que intriga a otras tantas. Cuando una persona vive la rabia como una emoción que hace que descontrole su comportamiento esto le afecta a el o ella y a las personas de su alrededor. Para aumentar la comprensión sobre el origen de las dificultades en el manejo de la ira vamos a tratar a continuación de explicar la etiología de esta emoción contestando a la pregunta ¿de dónde viene la rabia, porqué está ahí y para qué sirve?

Cuando hablamos sobre la rabia y su origen debemos, en primer lugar, tener en cuenta que nos encontramos hablando sobre una de las 5 emociones llamadas “emociones básicas”, es decir aquellas emociones primarias que son innatas en el ser humano. Se transmiten por herencia genética y no dependen ni de la sociedad en la que vivamos ni de la cultura ni la experiencia vivida, aunque su forma de expresión si se encuentra sujeta a estos últimos factores.

La rabia se puede describir como una respuesta con capacidad de afectar a la persona en sus tres esferas: la fisiológica (con unas sensaciones corporales específicas), cognitiva (en relación con las interpretaciones sobre acontecimientos que nos suceden) y motora (ejecutamos una acción en relación con las otras dos esferas, que puede no ser precisamente adecuada).

A nivel corporal lo que sucede es que el cuerpo se prepara para la acción, para atacar o huir de un peligro. Se produce un rápido incremento de la tasa cardiaca, de la presión arterial y los niveles de noradrenalina y adrenalina en sangre. Lo que un observador externo podría percibir es que la persona enrojece, suda, tensa los músculos de su cara o de su cuerpo, respira de forma más rápida e incluso cambia su forma de mirar. Esta rápida respuesta lleva consigo una modificación en esfera cognitiva, es decir, la forma que tenemos de interpretar nuestro entorno y lo que ocurre a nuestro alrededor, nos vuelve instintivos y merma nuestra capacidad para razonar. En el momento en el que algo peligra o nos amenaza pensar es secundario hay que actuar.

Esta forma rápida y potente de responder ha facilitado la supervivencia del ser humano a lo largo de los siglos y ha garantizado preparar el organismo movilizándolo para la autodefensa o para la eliminación de obstáculos para conseguir sus metas

¿Cuáles son las cosas que desencadenan esta respuesta tan poderosa?

Como explicábamos anteriormente se da instintivamente ante estímulos que el organismo interpreta como amenazantes para su integridad psíquica o física, o que impiden la satisfacción de una necesidad.

Hasta aquí parece estar claro, pero lo peculiar de nuestra especie es que el ser humano ha evolucionado mucho como animal social, y con ello su capacidad para detectar o anticipar las potenciales amenazas. En ocasiones se interpretan como ataques o amenazas cosas que no lo son, por ejemplo, cuando alguien nos mira e interpretamos que nos está mirando mal, cuando nos hacen una pregunta y nos sentimos increpados, cuando nos exponen una opinión contraria y la vivencia que tenemos es de desautorización.

Por otra parte, en muchas ocasiones, la rabia no es la emoción primaria, sino que se activa para tapar a otras. La ira está fundamentada en sentimientos como el temor, el miedo, la frustración, la tristeza e incluso el cansancio.

 

Otro aspecto importante en cuanto al origen de la rabia más desadaptativa es la capacidad de autorregulación emocional. Ésta, se desarrolla en las primeras etapas de vida, cuando el bebé experimenta sintonía afectiva con la figura de apego y sus reacciones de rabia son regularmente precedidas de respuesta de consuelo. El bebé aprende que la sensación desagradable da paso a otra agradable y que, la frustración, la rabia y la ansiedad darán paso a la calma y el bienestar.  Uno aprende a regularse emocionalmente porque otros le regularon primero, es lo que se llama corregulación y es fundamental para posteriormente, cuando somos adultos, llegar a efectuar comportamientos que pueden autorregularnos.  Cuando esto no ocurre, es decir, cuando el niño siente y exprese la emoción de rabia, y repetidamente no recibe respuesta alguna, o percibe que su expresión emocional es peligrosa por el tipo de respuesta que recibe del ambiente (frialdad, miedo o rabia) entonces la reacción de rabia del bebé aumentará y no llegará a corregularse.  Puede también suceder que la respuesta de rechazo de la madre de la expresión de rabia del bebé sea tal que éste aprenda a inhibir la respuesta y a largo plazo, el contacto con la emoción, siendo capaz de autoregularse de una forma desadaptativa y teniendo dificultad para efectuar relaciones sociales duraderas. 

Como se puede ver hay infinidad de ocasiones en las que la rabia puede aparecer en nuestra cotidianidad, no somos monstruos ni debemos sentirnos culpables porque esta emoción forme parte de nuestra vida, pues cumple una función, sin embargo, cuando los sistemas de regulación de la misma son inadecuados, las reacciones desproporcionadas y las estrategias de autocontrol ineficaces eso causa consecuencias nefastas en nosotros mismos y nuestras relaciones interpersonales. En resumen, es especialmente importante entender nuestra rabia para saber como gestionarla. 

 

Por 

Irene Alonso Martínez

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