La dermatitis atópica (eccema) es un trastorno que provoca enrojecimiento de la piel y picazón. Es frecuente en niños (30% en menores de 6 años), pero puede manifestarse a cualquier edad. La dermatitis atópica es crónica y suele exacerbarse periódicamente. Puede manifestarse junto con asma o con rinitis alérgica.

En el presente artículo expondremos cual es la influencia de diversos factores psicológicos tanto como precipitantes como consecuencias de la enfermedad.

Describir la etiología de la DA no es sencillo, y los distintos profesionales no se ponen de acuerdo en la delimitación de las variables exactas que la causan en cada individuo.

Para entender cómo influyen ciertos aspectos psicológicos en la aparición de la atopía nos vamos a basar en el modelo de vulnerabilidad-estrés. Según el cual, los factores estresantes se sumarían a otros factores de vulnerabilidad tanto ambientales como biológicos para aumentar la probabilidad de ocurrencia de dermatitis atópica en un individuo.

Según este modelo, una persona con una gran vulnerabilidad biológica, por ejemplo, con antecedentes familiares de alergias, asma o atopía, o con una alta vulnerabilidad ambiental, por ejemplo, que trabaje todos los días con productos químicos corrosivos podrán llegar a desarrollar dermatitis sin la necesidad de la aparición de ningún factor esteraste en sus vidas. De la misma manera, una persona sometida a una elevada carga de estrés, por ejemplo, en el caso de un niño la conflictividad familiar, el acoso escolar, los cambios de casa o de colegio… sin necesidad de que exista una gran vulnerabilidad podrá desarrollar la enfermedad.

Cuando un estresor tiene como consecuencia la aparición de una patología física (dolores de cabeza, úlceras de estómago, contracturas, acúfenos…) se dice que el estrés está siendo somatizado, es decir, está siendo expresado a través del cuerpo. Si el estrés no encuentra su vía de escape, si no es bien regulado y no puede expresarse a través de otro medio, el malestar que sufre la persona se almacena en el cuerpo y terminará por salir de esta manera. En el caso de la DA, a través de la piel.

Esto ocurre frecuentemente en niños, pues su capacidad expresiva es menor que la de los adultos, dado que su lenguaje no está tan desarrollado y su capacidad de identificación emocional es también menor. Es decir, muchas veces los niños están mal, pero no saben lo que les pasan ni porqué y tampoco saber cómo explicárnoslo.

La relación mente-piel ha sido descrita por diferentes autores. La piel y el sistema nervioso central (responsable de la respuesta de estrés) están relacionados desde el punto de vista embriológico, porque la epidermis y la placa neural se derivan del ectodermo embrionario. Es decir, las células que formarán la piel y las que compondrán el sistema nervioso central se encuentran de forma contigua cuando el embrión humano tiene el tamaño de un renacuajo en el vientre de su madre. Como consecuencia de ello, la respuesta de estrés y la respuesta inmunitaria de la piel quedan conectadas.

Normalmente la respuesta de estrés aparece cuando el animal o el humano detecta una amenaza. Se trata de una respuesta diseñada para responder a las demandas del entorno, pero cuando la respuesta se sostiene mucho en el tiempo, los recursos del organismo se agotan quedando así afectado el sistema inmunitario, la expresión de neuropéptidos cutáneos y la función de barrera de la piel.

Hasta aquí se ha descrito cómo afecta el estrés para la aparición de la dermatitis atópica, pero el papel de la psicología no acaba aquí, pues el padecimiento de la enfermedad no afecta solo a la dimensión física de la persona. En cuanto a las consecuencias sufridas en la esfera psicológica el Informe de Asociación Europea de Pacientes con Alergias y Enfermedades Respiratorias (EFA) muestra que, entre los 1.189 adultos encuestados en toda Europa, el 50 % trata de esconder el eccema, el 58 % se avergüenza de su piel, el 70 % envidia a las personas con piel normal, el 23 % no ve con optimismo su vida con dermatitis atópica y el 25 % siente que no puede hacer frente bien a la patología.

En el caso de los niños las consecuencias psicológicas abarcan distintos ámbitos. En el contexto escolar vamos a encontrar que son niños que posiblemente lidiarán con dificultades de aprendizaje. Esto es debido a que durante la noche la sensación de picor es mayor, y el círculo vicioso de picor-rascado puede causar que los niños tengan una mala calidad del sueño. El no haber dormido bien durante la noche causa que durante el día el niño sea menos capaz de atender. Así mismo estar incómodo durante el día, con sensación de escozor o pico puede causar que les sea más difícil prestar atención y que presenten cierta inquietud motora, viéndose como niños más revoltosos.

Socialmente pueden mostrarse como niños más inhibidos, pues se avergüenzan de su aspecto y pueden decidir activamente aislarse o no participar en ciertas actividades que les incomoden, pero también pueden ser los otros los que los rechacen o insulten fomentando su inseguridad.

Emocionalmente, pueden tener una mayor necesidad de afecto, como cualquiera que se sienta vulnerable, con el peculiar matiz de que el órgano relacional por excelencia, la piel, es precisamente el órgano afectado en esta enfermedad y en ocasiones deja de cumplir su función de órgano vincular para convertirse en una barrera social.

También en el ámbito emocional pueden mostrarse más irritables o irascibles, pues el picor crónico genera esta reacción. Esto puede afectar a la relación con los familiares (padres o hermanos), que probablemente insistirán en que la persona no se rasque para no empeorar los síntomas de la enfermedad. En la relación con los padres este tipo de tensiones, sumado a la frustración de estos por no poder aliviar a su hijo ni encontrar una solución inmediata termina desencadenando en una posible discusión. El niño sabe que no se debe rascar, se lo han repetido millones de veces y se siente culpable por rascarse, pero no tiene la capacidad para anticipar a largo plazo las consecuencias de ello. Sabe que si se rasca aliviará el picor, y, además, el picor es tan intenso que es casi inevitable (incluso los adultos se rascan conociendo las consecuencias).

Esta enfermedad, además de ser causada por el estrés también lo tiene por consecuencia. No saber cuándo va a haber un nuevo brote o le vergüenza que supone que te vean los ronchones y costras genera angustia y vergüenza. Estas emociones se viven en el cuerpo a través de cambios en ciertos correlatos fisiológicos. Estos cambios fisiológicos provocan la sensación se picor o son interpretados como picor, pues las personas don DA poseen un umbral más bajo para esta sensación. El picor genera rascado y éste más síntomas como los anteriormente mencionados, cerrando así un círculo vicioso muy indeseable, en el que la intervención sobre la gestión emocional resulta crucial para su interrupción.

Cabe aquí mencionar la evidencia de que, en momentos de frustración o vergüenza, muchas personas sanas también tienden a rascarse en sitios típicamente afectados por la dermatitis atópica (cuello, cabeza, extremidades).

Por último, cabe destacar, que como dice el saber popular “no hay mal que por bien no venga”. Todas las patologías o dificultades en la vida pueden desencadenar también en un aprendizaje y crecimiento psicológico. Según Mikaela Odemyr, presidenta de la EFA “los resultados revelan la resistencia y fortaleza que demuestran las personas afectadas por la dermatitis atópica grave”

Si se realiza una intervención adecuada estas personas pueden convertirse en personas resilientes desarrollando estrategias de afrontamiento desde pequeños y una mayor tolerancia a la incomodes y la frustración

Por haber sido personas que han sufrido se convierten en sensibles al sufrimiento de los demás pudiendo empatizar y ayudar con más facilidad en el futuro, y para acabar, los niños responsables de sus autocuidados se convierten en más, y al verse más autónomos y más capaces tendrán una mayor autoestima. autónomos

 

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